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La Primera Revolución

Por medio de la Primera Revolución de la Historia, concretada durante la primera mitad del tercer siglo, la Humanidad comenzaría a recuperar sus derechos. Perdidos miles de años antes, con la imposición, forzada por hordas criminales, de los primeros Estados.  

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Imagen: Thomas Cole. The course of Empire. The destruction of Empire.

La primera revolución

Por: Julio Carreras

Debemos insistir en que la palabra revolución no debe aplicarse a cualquier cambio parcial de las sociedades. Como innovaciones técnicas, propuestas culturales novedosas, modas, etcétera. Revolución es una palabra que solo denomina correctamente a complejas transformaciones estructurales de sociedades enteras. Que las afectan principalmente en los aspectos materiales de su existencia cotidiana, como también en su Cultura y Espiritualidad. *
Marx y Engels crearon el más avanzado método de análisis económico, político y social de toda la Historia hasta hoy. Ellos definieron que en el proceso evolutivo de la Humanidad pueden determinarse con nitidez solo tres revoluciones:

1) Revolución feudal
2) Revolución Capitalista
3) Revolución Socialista.

Hasta ahora, la Humanidad fue capaz de concretar las tres. Aunque la última —el socialismo— solo de manera incipiente.
En este capítulo hablaremos de la primera Revolución genuina: la feudal. Cuyo protagonista exitoso fue el catolicismo. Aunque antes hubo otros intentos, que también mencionaremos.


* Un antiguo concepto consolidado hacia el siglo XVIII de nuestra era, asigna a la palabra «espiritual» una connotación sinónima de «abstracta». Y también: anímico, incorpóreo, inmaterial, mental, psíquico, emocional, interior, subjetivo, místico. Desde mediados del siglo XX, la ciencia ha avanzado —principalmente a través de la Física Cuántica— en el conocimiento —hasta ahora incipiente— de áreas imperceptibles por los sentidos humanos u otros instrumentos. Salvo por capacidades antes consideradas “solo” espirituales.

Antecedentes

Se estiman unos 50.000 años de evolución, desde las primeras comunidades familiares, clanes, tribus, hasta la conformación de reinos establecidos e imperios. Desde el punto de vista valorativo, en tal proceso las sociedades fueron adquiriendo mayor disponibilidad relativa de bienes materiales. Retrocediendo, en cambio, cada vez más en valores éticos. Así como en calidad de vida, para la inmensa mayoría de las poblaciones civilizadas.
La aparición misma de las ciudades y sus autoridades —incluso a veces requeridas masivamente por las comunidades—, vistas en perspectiva, trajeron consigo pérdida de beneficios ambientales, sociales y políticos que, hasta el día de hoy, no volvimos a recuperar.
Sobre tal panorama, entonces, las revoluciones fueron los únicos procesos concretos de verdaderos avances colectivos. Que, junto a la recuperación de algunos de los bienes perdidos a inicios de nuestra existencia histórica sobre la Tierra, fueron agregando las adquisiciones tecnológicas, poco antes utilizadas solo por las clases dominantes y sus secuaces. Recapitulando, entonces, tenemos aquí nuevamente la evidencia de que revolución significa, esencialmente, «puesta a disposición de toda la comunidad los bienes materiales, culturales y espirituales antes concentrados solo en ciertas clases dominantes».
Entre los siglos XXV y VII antes de Cristo, aproximadamente, se llegó a un nivel máximo de injusticia social y concentración de poderes en pocas manos, en los principales conglomerados urbanos del mundo histórico. Desde entonces fueron acumulándose incipientes procesos intelectuales y sociales que iban a promover cambios profundos al llegar la primera revolución histórica: la Feudal. Es decir, el tránsito desde una sociedad, cuya economía era sostenida principalmente por una gran masa de esclavos, sin ningún derecho, ni material ni humano, a otra. En la cual los seres humanos recuperaron algunos derechos, como a una propiedad (casa, terreno propio, muebles, animales), consideración a su naturaleza humana, lo cual fue devolviéndole la dignidad junto a otras calidades durante más de cuatro mil años perdidas.
Entre los antecedentes filosóficos que contribuyeron al triunfo de la Primera Revolución social —el Cristianismo—, deben considerarse:
1) El pensamiento de Lao Tsé, surgido en el Imperio Chino, durante un periodo no precisado de la Dinastía Zhou (chino: 西周; c.1046 - 771 aC).
2) El Popol Vuh (Libro del Concejo), antiguo texto del imperio Maya, América, al cual se atribuyen miles de años de antigüedad.
3) El pensamiento del emperador Akhenatón, Egipto,  1353-1336 a. C.
4) La filosofía de Buda («El Despierto»): Sidartha Gautama, príncipe de La India quien, abandonando el poder durante su juventud para vivir sin propiedades, existió entre los años 580 al 500 antes de Cristo. 
5) La Democracia, sistema de gobierno aplicado en la ciudad de Atenas, entre 508 y 322. Debe aclararse que este sistema era solo aplicado a los Ciudadanos (es decir, los atenienses) mientras que los miles de esclavos extranjeros, sobre cuyo trabajo forzado se sostenía gran parte de la producción económica, no disfrutaban de ningún derecho.    
6) Los textos sagrados del Mahabharata (en sánscrito Mahābhārata: महाभारत), y el Ramayana, entre otros escritos vigentes durante el reinado de Asokah, emperador de La India, converso al budismo, que gobernó ese país entre los años 304 al 232 a. C.
Además de estos hitos elevados de un pensamiento revolucionario, pueden señalarse varios otros, como la religión de Zaratustra, en Persia, el Hermetismo, en Egipto, y el pensamiento de Filón, contemporáneo de Jesús.

La Revolución Cristiana

Jesús de Nazaret, cuya presencia humana en el mundo se considera probada entre los años -4 y 29, estableció una Iglesia (comunidad de fieles) que comenzó a funcionar bajo los siguientes parámetros:
1) Eliminación de la propiedad privada.
2) No reconocimiento de autoridades mundanas.
3) Construcción de la Vida Eterna. (Es decir, comenzar a existir en la vida terrenal de acuerdo con un modelo perfecto, que seguiría desarrollándose luego de abandonar el cuerpo: puesto que los cristianos no aceptaban la existencia efectiva de la muerte).
A partir de unas mil familias que constituyeron la primera Comunidad Cristiana de Jerusalén, esta organización social fue desarrollándose durante unos tres siglos más. Hasta constituirse en un Poder Popular paralelo al del Imperio Romano. Surgido desde los habitantes más humildes y carecientes de la sociedad, incluso muchos esclavos. Hasta conquistar, ideológicamente, anchos sectores de las clases medias y poderosas. Con lo cual hacia el año 310 de nuestra era, había puesto en jaque definitivo a los emperadores de entonces. Quienes —pese a presentarlo como una concesión— se vieron obligados a incorporarlos en igualdad de condiciones al sistema político vigente.
El cristianismo no solo contaba entonces con el Poder Popular interno del Imperio Romano. Había logrado conquistar pueblos enteros, también fuera de los márgenes imperiales. Como los Godos (franceses), Suevos (alemanes) y muchos otros en Europa. O incluso gobiernos de países independientes, como Etiopía o Rumania. Con lo cual adquiría influencia decisiva sobre la actividad política de poderosos ejércitos que acosaban constantemente al gobierno romano. Y terminarían, hacia el siglo V, obligándolos a emigrar a Constantinopla (hoy Turquía). Dejando con ello el poder en manos de ejércitos hasta entonces extranjeros. Todos bajo la conducción ideológica de la Iglesia Católica. 
Esta fue la primera Revolución Social de la Historia. A través de la cual, la Humanidad comenzaría a recuperar los derechos perdidos miles de años antes, con la imposición, forzada por hordas de criminales sanguinarios, de los primeros Estados. 

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